El café, esta bebida apreciada en todo el mundo, debe gran parte de su popularidad a la cafeína que contiene. La cafeína es una molécula que estimula nuestro sistema nervioso central y desde hace mucho tiempo ha sido examinada por sus innumerables efectos sobre la salud humana. La inflamación, un proceso biológico esencial para el sistema inmunológico, puede sin embargo volverse problemática cuando se vuelve crónica. En este contexto, es esencial entender cómo el consumo de café y, más específicamente, de cafeína influye en este mecanismo. La cafeína, estructuralmente similar a la adenosina, puede unirse a los receptores de esta última. La adenosina es un nucleósido implicado en la regulación de funciones biológicas y metabólicas en respuesta al estrés. Al bloquear estos receptores, la cafeína inhibe la acumulación de adenosina, a menudo responsable de un estado de relajación y disminución de la actividad inflamatoria. Además, numerosos estudios señalan que la cafeína reduce la expresión de ciertas citoquinas proinflamatorias como TNF-α, IL-6 e IL-1β. Es importante subrayar el papel de los polifenoles presentes en el café, que también actúan en sinergia con la cafeína. Los polifenoles son poderosos antioxidantes capaces de neutralizar los radicales libres. Este fenómeno reduce el estrés oxidativo, a menudo precursor de la inflamación. Entre los polifenoles del café, el ácido clorogénico es particularmente destacado por sus propiedades antiinflamatorias. Sin embargo, la variabilidad de los efectos de la cafeína sobre la inflamación también puede depender de factores individuales como el metabolismo de cada individuo y la forma de café consumida (infusionado, espresso, etc.). Las diferencias en la tolerancia a la cafeína también juegan un papel crucial. Por ejemplo, los consumidores regulares pueden necesitar dosis más altas para obtener los mismos efectos antiinflamatorios que los consumidores ocasionales. En resumen, aunque la cafeína interactúa con los mecanismos de inflamación, sus efectos pueden ser modulados por varios factores intrínsecos y extrínsecos. Otros componentes del café, como los polifenoles, completan este panorama proporcionando beneficios adicionales.
Un sólido cuerpo de investigación apoya la idea de que el consumo de café tiene un efecto beneficioso en la reducción de la inflamación. Varios estudios epidemiológicos y ensayos clínicos han observado beneficios antiinflamatorios significativos asociados con el consumo de café. El estudio de cohortes del Estudio de Salud de las Enfermeras (Nurses’ Health Study) en Estados Unidos mostró una asociación inversa entre el consumo de café y los marcadores inflamatorios circulantes, incluyendo la proteína C-reactiva (CRP), a menudo utilizada como indicador de inflamación sistémica. Según este estudio, las mujeres que consumían café regularmente presentaban en promedio niveles de CRP inferiores a aquellas que no bebían café. Un metaanálisis publicado en el ‘Journal of Nutrition’ compiló los resultados de varios estudios similares y concluyó que el consumo de café puede reducir los niveles de varios biomarcadores inflamatorios. Además, un estudio piloto realizado en sujetos con síndrome metabólico demostró que el consumo de café descafeinado también podía reducir la inflamación. Se observaron niveles reducidos de citoquinas proinflamatorias y biomarcadores de estrés oxidativo tras un consumo regular de este tipo de café, sugiriendo que otros compuestos activos del café, además de la cafeína, desempeñan un papel en la modulación de la inflamación. En el ámbito de la investigación traslacional, un estudio realizado por la Universidad de Stanford en 2017 destacó que el consumo de bebidas que contienen cafeína está correlacionado con una menor actividad de la inflamación crónica relacionada con la edad. Los investigadores identificaron que las personas mayores que bebían café mostraban una modulación favorable de los genes implicados en las respuestas inflamatorias. Otro frente de investigación a destacar es la interacción entre la cafeína y las enzimas antiinflamatorias en la periferia. Estudios en modelos animales han revelado que la cafeína puede inducir la expresión de estas enzimas, resultando en efectos antiinflamatorios robustos. Estos estudios destacan no solo los posibles efectos antiinflamatorios del café sino también una modulación favorable de los marcadores asociados a enfermedades crónicas, como las enfermedades cardiovasculares y la diabetes tipo 2, a menudo agravadas por la inflamación crónica. La magnitud de estos beneficios varía ciertamente con la dosis, la duración y el modo de consumo, pero las evidencias convergen hacia un efecto beneficioso.
Cabe señalar que no todo es color de rosa en el reino del café y la inflamación. Algunos investigadores han destacado efectos potencialmente proinflamatorios del consumo de café, subrayando la importancia del matiz en el análisis de los efectos de esta bebida popular. En primer lugar, estudios han mostrado que cantidades elevadas de cafeína pueden efectivamente llevar a un aumento de ciertos marcadores inflamatorios. Una investigación del ‘Journal of Nutrition and Health’ informó que el consumo excesivo de café está asociado a una elevación de la CRP y de la interleucina 6 (IL-6) en algunos individuos. Este aumento podría estar relacionado con el efecto catecolaminérgico de la cafeína, estimulando la liberación de hormonas del estrés como el cortisol, a menudo asociado a respuestas inflamatorias. Por otro lado, un estudio publicado en ‘Arthritis Care & Research’ propuso que en ciertas poblaciones, un alto consumo de café podría estar relacionado con un riesgo incrementado de artritis reumatoide. Los mecanismos subyacentes de esta observación permanecen oscuros, pero se sugiere que factores genéticos o autoinmunes podrían interactuar con la cafeína de manera no beneficiosa. Además, las variaciones en el metabolismo de la cafeína deben ser consideradas. Una investigación en el ‘American Journal of Clinical Nutrition’ reveló que las personas que metabolizan lentamente la cafeína pueden ser más susceptibles a impactos inflamatorios negativos. En estos individuos, la cafeína permanece más tiempo en el sistema, lo que podría prolongar los efectos catecolaminérgicos y exacerbar la inflamación. Las interacciones del café con otros componentes de la dieta también son cruciales. Un estudio colaborativo entre varios institutos europeos anotó que el consumo de café puede agravar la inflamación cuando se combina con una dieta rica en grasas saturadas. Estas dietas pueden aumentar la permeabilidad intestinal y permitir que endotoxinas ingresen al torrente sanguíneo, desencadenando respuestas inflamatorias. En resumen, estos estudios destacan que la relación entre el consumo de café y la inflamación es compleja y multifactorial. Los efectos pueden variar según variables individuales como el metabolismo, la genética y otros aspectos de la nutrición y el estilo de vida. Es por tanto esencial adoptar un enfoque equilibrado al interpretar estos datos y considerar los contextos específicos en los que se consume el café.