El café de especialidad no es simplemente un término de mercadotecnia, sino una categoría precisa que responde a criterios rigurosos establecidos por la Specialty Coffee Association (SCA). Para que un café sea considerado café de especialidad, debe alcanzar una puntuación mínima de 80 puntos sobre 100 durante una evaluación. Estos puntos son asignados en función de criterios como la complejidad del sabor, el aroma, la dulzura, la acidez y el equilibrio.
Una de las particularidades del café de especialidad es su trazabilidad. Los granos provienen generalmente de regiones específicas y se cultivan en condiciones óptimas que resaltan su terruño. Esta atención al origen contribuye a una mejor transparencia y permite a los consumidores saber exactamente de dónde provienen sus granos. Esta trazabilidad también refuerza el vínculo entre productores y compradores, favoreciendo así prácticas comerciales justas.
En el mercado, el impacto del café de especialidad se manifiesta por un cambio en las preferencias de los consumidores. Los amantes del café están cada vez más inclinados a invertir en granos de alta calidad y a valorar el conocimiento de los productores. En consecuencia, muchas pequeñas explotaciones ahora se benefician de una justa retribución por su trabajo meticuloso, lo que les permite mejorar sus técnicas de cultivo y tratamiento de los granos.
Este fenómeno también influye en los precios del mercado. El café de especialidad, siendo de calidad superior y en cantidad limitada, se vende a menudo a precios más altos. Sin embargo, para los consumidores, esta inversión adicional se justifica por una experiencia gustativa enriquecedora. Así, el café de especialidad incentiva una valorización del café como producto artesanal, apoyando una economía más sostenible y fomentando la innovación en la industria. Al final, el aumento en popularidad del café de especialidad parece tener un impacto positivo tanto en el plano económico como social, redefiniendo lo que significa ‘beber un buen café’.